2024-10-08
Chau Omar, hasta siempre

Chau Omar, hasta siempre

El Negro Palma nos dejó a los 66 años. Un crack que llevó tatuada la camiseta de Rosario Central, dueño de una pegada espectacular y gran visión de juego. Un campeón enorme.

La cruda noticia no sorprendió porque Omar Arnaldo Palma había desmejorado en los últimos días. Su internación en el Hospital Italiano de Rosario no pudo ayudarlo demasiado y a los 66 años, el crack chaqueño nacido en Campo Largo falleció y sumió a la enorme legión de hinchas de Rosario Central en el dolor, además de una parte grande de futboleros argentinos.

Palma llegó a los 10 años al club auriazul y perseveró a fuerza de talento y habilidad para jugar en distintos puestos del mediocampo, hasta debutar en Primera cuando ya había cumplido 21 años. La insistencia de un chico creativo, que tenía luces para organizar el juego de su equipo y una pegada exquisita, convencieron al maestro Ángel Tulio Zof para llevarlo a la primera división.

Se fue afirmando como titular y colaboró con el campeonato ganado en 1980, cuando aquel Central vapuleó al Racing cordobés en la final del Nacional. Palma era centrocampista, pero podía ser volante derecho, lanzador, mortífero ejecutor de tiros libres, su menú era tan variado como su posición en el campo de juego. Afirmado como conductor, una fractura de peroné lo marginó del futbol cuando Central más lo necesitaba: debió hacer reposo en las últimas once fechas del Metropolitano de 1984 y su amado equipo descendió, algo que no le pasaba desde 1951.

Recuperado para arrancar la vuelta a Primera, el Negro Palma fue el líder indiscutido del gran Rosario Central avasallante en la vieja B, que dirigido por Pedro Marchetta supo exprimir su talento, su remate y su visión de juego. Los Canallas -seguidos por una multitud a todos lados- ganaron el torneo con doce puntos de ventaja sobre el sorprendente San Miguel y trece por delante del Racing Club, que debió jugar el octogonal por el segundo ascenso.

Aquel campeonato lo tuvo a Palma con innumerables asistencias a sus compañeros de ataque como Raúl de la Cruz Chaparro, Sergio Saturno, Rubén Rojas y Claudio Scalise, pero además con diez goles, entre derechazos, penales y tiros libres convertidos. Fue su segundo título. No conforme con eso, Palma sería conductor y jugador clave de la hazaña centralista en la temporada siguiente. Primero, tuvo que irse seis meses a jugar para Colón, que trataba de volver a Primera, pero no lo consiguió. Retornó cuando se inició el torneo largo y la descosió.

Central fue campeón de la B en 1985 y fue campeón de la A en 1986/87. Dos títulos seguidos, de distinto valor, con el mismo sello de jerarquía y capacidad del Negro Palma, que duplicó la apuesta. Líder de Central en ese ciclo irrepetible, Palma jugó todos los partidos, fue el goleador del campeón, porque hizo veinte tantos, siete de jugada, siete de penal y seis de tiro libre. Le alcanzó para ser el goleador del torneo. Impresionante.

Eso generó que Timoteo Griguol lo pidiera para el River que estaba formando, tras la ida del Bambino Veira. El pase se hizo, Palma se vistió de Millonario y mostró lo suyo, en un equipo que no rindió como se esperaba. Se lo recuerda por aquel gol agónico que le permitió a River ganarle a Boca el clásico en el Monumental por 3-2, levantando el 0-2 inicial. Fue un cabezazo, algo poco común en su repertorio mágico. Jugó un año más y emigró a los Tiburones Rojos de Veracruz, donde coleccionó seguidores mexicanos y tuvo momentos espectaculares.

Volvió a Central para 1992, lideró al equipo para ganar la Copa Conmebol en 1995 y, eso sí, no pudo moderar sus reacciones ante tanto juego brusco, que lo llevaron a sufrir varias expulsiones ante rivales provocadores o violentos. Casi infalible ejecutando penales, hizo un culto del tiro libre esquinado, inatajable. Se quedó hasta sus casi cuarenta años, dejando un enorme legado de calidad, esfuerzo, visión de juego y cómo pegarle a la pelota, algo tan añorado por los hinchas de cualquier equipo argentino. Sumó 390 partidos con la camiseta de Rosario Central y metió 64 goles, entre torneos locales y copas internacionales.

Pertenece, desde ahora, al pequeño espacio donde están los magos del fútbol, los ídolos más queridos, aquellos jugadores que llevaron una camiseta tatuada en su piel y la seguirán teniendo encima en la suma de los tiempos. Palma descansa con el respeto enorme de todo el fútbol argentino.

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