A propósito del violento asalto ocurrido la semana pasada a una profesora en su casa, perpetrado por dos jóvenes de 17 y 18 años que a esa hora deberían haber estado en el colegio, surge una pregunta urgente: ¿qué estamos haciendo mal como sociedad para que nuestros jóvenes estén eligiendo la delincuencia por sobre la educación?
Las cifras hablan por sí solas. En 2023, el Ministerio Público registró 36.468 causas protagonizadas por adolescentes de entre 14 y 17 años. La tasa de detención de menores involucrados en delitos violentos se incrementó en un 15% respecto a 2022, según datos del Ministerio del Interior. Además, el Centro de Estudios y Análisis del Delito (CEAD) reportó que, en 2023, más de 11.600 adolescentes de entre 14 y 17 años cometieron delitos a nivel nacional. Por otro lado, cifras del Mineduc indican que 50.814 estudiantes se desvincularon del sistema educativo en 2023, número mayor al del año anterior.
¿Existe una relación entre ambas estadísticas? Sin duda, la deserción escolar es un factor crítico que contribuye a la conducta de los jóvenes. Lamentablemente, aquellos que abandonan la escuela o tienen una asistencia irregular están en mayor riesgo de involucrarse en conductas delictivas y adictivas.
Al mismo tiempo, hay evidencia de sobra sobre el impacto positivo de la escuela como un espacio que protege de la calle. Sin embargo, por alguna razón, como sociedad no estamos dándole esa importancia.
En estos 10 años de Fundación Presente, no ha sido raro encontrarnos con clases que se suspenden repetidamente y con adultos que optan por “permitir el ausentismo”, usando como argumento que no se puede pedir tanto a una familia vulnerable. No nos equivoquemos: sobre todo en casos de pobreza, de riesgo social, de soledad, o de padres ausentes… debemos lograr que esos niños, niñas y jóvenes estén en el colegio. Porque si no están en clases, ¿dónde están?
Debemos reflexionar: ¿por qué los jóvenes están prefiriendo la delincuencia sobre la educación? ¿Por qué los adultos estamos tolerando el ausentismo? ¿El sistema educativo está fallando en adaptarse a las 0necesidades y realidades actuales?
La relación entre la deserción escolar y la delincuencia juvenil es innegable y requiere una acción inmediata y coordinada. Por supuesto que debemos invertir en programas de retención escolar, ofrecer apoyo emocional y académico a los estudiantes en riesgo, y adaptar nuestros sistemas educativos a las necesidades actuales. Es esencial fortalecer el vínculo entre la comunidad, las instituciones educativas y las familias, para crear un entorno que valore y promueva la educación como una herramienta fundamental para el desarrollo personal y social.
Finalmente, es crucial dar la importancia que se merece a la asistencia escolar. No pensemos que dejar faltar o no ir a clases es un acto de cariño: el ausentismo genera vulnerabilidad, inequidad y riesgo social.