«No pain, no gain» es una frase comúnmente usada en el mundo del deporte, especialmente entre quienes buscan la hipertrofia. Significa algo como «sin sacrificio, no hay recompensa», y alude al sufrimiento que uno tiene que soportar para ganar masa muscular o mejorar el desempeño. Esta frase, por supuesto, no aplica solo a los deportes, sino a varios aspectos de la vida. En los estudios, por ejemplo, para sacarse una buena nota (recompensa), muchas veces hay que priorizar largas lecturas, levantarse temprano y resolver ejercicios de forma repetitiva por sobre actividades que podrían ser más entretenidas como ver películas o salir con amigos (sacrificio).
Lo mismo aplica al mundo de las inversiones donde, por regla general, a mayor sacrificio, mayor recompensa. Si queremos que el valor de nuestras inversiones sea lo más grande posible después de cierto tiempo, tenemos que hacer 2 grandes sacrificios:
- Ahorrar más: durante nuestro período laboral —que es cuando generamos ingresos— debemos ahorrar lo máximo que nos sea posible. Esto requiere reducir lo que gastamos en cosas no esenciales, como ir a comer afuera, ir al cine, ir a conciertos, etc.
- Ahorrar por más tiempo: mientras más años trabajemos, más ahorros podemos destinar a nuestras inversiones y mayor será la base desde la cual se generarán intereses compuestos. Esto requiere, obviamente, destinar una mayor cantidad de nuestra vida al trabajo en lugar de al ocio.
Ambos sacrificios también aplican a nuestros fondos de pensiones, que también son inversiones. Para que nuestras pensiones en el futuro sean más altas, tendríamos que aumentar nuestro ahorro mensual que actualmente es del 10% de nuestro sueldo. En naciones desarrolladas, ese ahorro promedia el 18% del sueldo. Además, tendríamos que ahorrar por más tiempo jubilándonos más tarde. Los chilenos nos jubilamos a la misma edad que nos jubilábamos el siglo pasado, pero ahora vivimos mucho más, por lo que, al momento de la jubilación, nuestros ahorros deben estrujarse por mucho más tiempo. Este problema es aún más grave para las mujeres chilenas, ya que viven alrededor de 5 años más que los hombres y, por ley, deben jubilarse a los 60 años (5 años antes que los hombres).
No está demás decir que, idealmente, cualquier aumento en la edad de jubilación de hombres o mujeres debería ir acompañado de iniciativas que destraben nuestro mercado laboral y así faciliten la contratación de personas mayores. De nada sirve que nos jubilemos más tarde si la mayoría vamos a estar cesantes.
Actualmente, la mayoría de nuestros políticos parecen tener algunos acuerdos respecto al primer sacrificio, pero no respecto al segundo. Cambiar la ley para subir la edad de jubilación, o incluso para emparejar la de hombres y mujeres, es muy impopular con los votantes. En 2023 vimos las fuertes protestas en Francia cuando, en un intento por parchar un sistema financieramente insostenible, el primer ministro Macron decidió aumentar de golpe la edad de jubilación, incluso para quienes ya estaban por jubilar.
Macrón hizo algo bueno, pero mal ejecutado. La edad de jubilación debería subir, pero de forma más gradual para no cambiar los planes de los individuos sin anticipación. El ministro de Hacienda, Mario Marcel, lo explicaba muy bien —aunque ahora no lo diga— en la comisión que lideró en 2006. «En el caso de las mujeres, el costo de jubilar cinco años antes reduce su pensión entre 30% y 40% en el valor de la pensión», por eso, después de cierto tiempo, deberíamos «igualar gradualmente la edad de jubilación de las mujeres con la de los hombres», recomendaba el ahora ministro (p78 y p119). Algo similar recomendaba la comisión Bravo en 2014 (p122).
Desde hace al menos 18 años que las recomendaciones existen, nuestros políticos están al tanto de ellas y no han tomado acciones al respecto. Pero, seamos honestos, la edad de jubilación no ha subido porque nuestros políticos no conocen el «pain», solo el «gain».