La masacre del 7 de octubre de 2023 no fue solo una descomunal tragedia en Israel, sino un recordatorio alarmante de cómo el antisemitismo, disfrazado de antisionismo, continúa contaminando el debate público. Mientras más de 1.200 personas de diversas nacionalidades y religiones fueron diezmadas en el brutal ataque de la organización terrorista Hamas, en muchos rincones del mundo, incluida la prensa chilena, se ha intentado justificar la barbarie y desviar la atención de las víctimas, un ejercicio peligroso de manipulación y desinformación.
Días antes del aniversario del 7 de octubre, se publicaron insertos en la prensa chilena que, en lugar de condenar estos actos atroces, buscan distorsionar y minimizar los hechos. Estos escritos no solo banalizan el Holocausto, al comparar la legítima defensa del Estado de Israel con crímenes genocidas cometidos por los nazis, sino que también promueven abiertamente el antisemitismo.
Expresiones como “los sionistas que durante 90 años han utilizado la tragedia del Holocausto para justificar sus crímenes” demuestran cómo se manipula la Historia para incitar al odio y deslegitimar al pueblo judío. Estos recursos discursivos no solo desinforman, sino que perpetúan la hostilidad y la violencia.
En lugar de honrar a quienes perdieron la vida, se ha intentado cambiar la narrativa del ataque, presentando a Hamas como un movimiento de “resistencia”. Este intento de recontextualizar y legitimar el terrorismo no solo desdibuja la realidad de lo que aconteció el 7 de octubre, sino que también banaliza la violencia inaceptable que cobró tantas vidas inocentes.
Al caracterizar este crimen de lesa humanidad como un símbolo de lucha, se ignoran los valores democráticos que todos debemos atesorar y proteger, y se trivializan los principios de dignidad humana y derechos fundamentales que deberían ser universales.
El aumento del antisemitismo como consecuencia de esta narrativa distorsionada es alarmante. Al deslegitimar la respuesta de Israel y negar su derecho a defenderse, se fomenta un clima de odio que alimenta la hostilidad hacia los judíos en todo el mundo, manifestada también en Chile. Esta trivialización del terrorismo y la glorificación de los terroristas no es simplemente retórica; tienen repercusiones concretas: acoso, vandalismo y agresión física hacia individuos e instituciones judías.
El antisionismo se ha convertido, sin duda, en una forma moderna de antisemitismo, disfrazada de crítica política. Ser sionista, un término que históricamente encarna la aspiración legítima del pueblo judío a establecer un Estado en su tierra ancestral, ha sido tergiversado hasta intentar convertirle en un insulto, descontextualizado e impregnado de connotaciones negativas y malintencionadas.
Esta demonización no solo afecta a quienes se identifican como sionistas, sino que se extiende a todos los judíos que apoyan la existencia del Estado de Israel, convirtiéndolos en blancos de hostilidad y odio. Este fenómeno trasciende las críticas a las políticas del gobierno israelí y cuestiona la legitimidad misma del Estado judío. Rechazar el sionismo implica, en última instancia, rechazar la soberanía y el derecho a la autodeterminación del pueblo judío, generando un clima de deslegitimación que amenaza la seguridad y el bienestar de los judíos a nivel global.
Más allá de la retórica, la realidad es que el antisemitismo velado de antisionismo, ha desencadenado una serie de ataques verbales y físicos contra las comunidades judías. A tal punto que la crítica al Estado de Israel se utiliza como pretexto para atacar sin distinción a individuos judíos, creando un ambiente hostil y peligroso que amenaza con romper el tejido social.
La lucha contra el terrorismo y el odio no solo debe centrarse en el campo político, sino que debe ser un esfuerzo común para garantizar la convivencia pacífica y la dignidad de todas las personas.
En este primer aniversario de la masacre, hacemos un llamado a las voces del mundo, incluidas las de Chile, para unirse en el rechazo firme al terrorismo, al odio y la desinformación. Esto no disminuye lo esencial que es reconocer el sufrimiento profundo que también enfrentan los palestinos en Gaza, quienes han sido víctimas de la violencia y opresión de Hamas. Esta tragedia no trata de medir el dolor de un pueblo contra el otro; ambos han sufrido las consecuencias devastadoras del terrorismo, soportado pérdidas inmensas y sumo dolor.
Es por ello que únicamente a través del reconocimiento sincero y la empatía genuina, podemos construir un camino hacia un futuro en el que el odio no tenga lugar, y donde la paz y la justicia prevalezcan como derechos para todos y todas.