El 6 de octubre se llevaron a cabo elecciones en las 5 mil 570 comunas de Brasil. En éstas, se eligieron los cargos de prefeito y vice-prefeito, es decir, alcalde y vicealcalde. También de los vereadores o concejales, los cuales se encargan del ámbito legislativo municipal. Estos fueron los primeros comicios después de la elección de Lula.
Junto entonces con renovar los gobiernos locales, estos comicios constituyen un barómetro para la política nacional, y pueden dar luces sobre el próximo hito electoral presidencial, del congreso y gobernaciones, programado para octubre del 2026.
Entre los más de cinco mil municipios, solo 103 tienen más de 200.000 habitantes y a partir de ese número, de no haberse obtenido la mayoría absoluta en la primera vuelta se llevará a cabo una segunda, en este caso a realizarse el 27 de octubre. Estos 103 municipios acumulan 60,5 millones de electores, 38,8% del electorado nacional.
¿Qué podemos decir en materia de resultados? Con todos lo bemoles de lo que significa un proceso de renovación de autoridades locales, fue una mala elección para la izquierda y especialmente para el Partido de los Trabajadores del presidente Lula. El resultado de la primera vuelta de las elecciones municipales confirmó el escenario perfilado en las principales encuestas desde hace semanas: la derecha y centroderecha avanzan.
El espectro más conservador es el espacio político que más creció en términos de candidaturas (entre alcaldes, vicealcaldes y concejales), hasta un 42% más candidaturas que en 2020, en partidos como Novo, PRTB o el PL de Jair Bolsonaro que incrementó sus candidaturas en un 33%.
Los grandes partidos de centro como el MDB -victoriosos en la pasada elección- presentaron un 17% menos de candidaturas.
Partidos de izquierda, como el PSOL y Rede, aumentaron en un 11% sus candidaturas y las del PT de Lula cayeron en la misma proporción.
Si las inscripciones ya son un reflejo de la variación o evolución del electorado, en las elecciones el hecho más significativo como mencioné fue el mal resultado del Partido de los Trabajadores de Lula en casi todo el país, sobre todo en el nordeste, cuenca electoral histórica del partido. Ganó sólo 248 municipios frente a los 510 del Partido Liberal (PL) de Bolsonaro, que también venció en dos capitales, Maceió en Alagoas y Rio Branco en Acre. En las ciudades de más de 200.000 habitantes que por la ley pueden ir a segunda vuelta, el PL eligió 10 alcaldes mientras que el PT dos. El partido de Lula tendrá que esperar a la segunda vuelta el 27 de octubre para ver qué capitales podrá ganar en sus alianzas electorales, porque en muchos municipios el candidato era de otro partido.
En el plano familiar, al clan Bolsonaro le fue bien en las candidaturas de los hijos. Carlos fue el concejal más votado en Rio de Janeiro, lo que lo confirmó para un segundo mandato. El mismo récord registró su hermano, Jair Renan, el concejal más votado en Balneario Camboriú, en el estado de Santa Catarina.
En total, 52 ciudades tendrán una segunda vuelta el próximo 27 de octubre, o sea la mitad de las que pueden pasar a segunda vuelta.
Mientras, en Río de Janeiro, el alcalde Eduardo Paes del Partido Social Democrático (PSD) derrotó al bolsonarismo con el 60,47% de los votos y se consolida como uno de los políticos más votados de Brasil con su cuarto mandato. Es un claro golpe para Jair Bolsonaro, que durante años fue el diputado federal más votado de Río de Janeiro y que hizo de esta ciudad su feudo electoral.
Sao Paulo la ciudad más poblada y la capital económica del país vivió una lucha infartante entre el actual alcalde, Ricardo Nunes, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), Guilherme Boulos, del partido Socialismo y Libertad (PSOL) y Pablo Marçal, del Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB), el gran recién llegado al escenario político y representante de esa derecha más militante y conservadora, con una fuerte base de apoyo cristiano evangélica. Al final, Nunes, con el 29,48% de los votos, y Boulos, con el 29,07, pasaron a la segunda vuelta. Marçal aún se llevó el 28,14% de los votos y con ese capital podría catapultarse a un cargo federal en la próxima elección general o incluso a la gobernación.
De cara a la segunda vuelta, queda mucho por decidir. Lo más importante será quién gobierna Sao Paulo. Allí Bolsonaro apoya a Nunes y Lula a Boulos. Tras esta megalópolis, las otras contiendas relevantes se darán en Cuiabá, Fortaleza, Natal y Porto Alegre.
Faltando la segunda vuelta, junto con el mal resultado para la izquierda, un claro ganador es el llamado Centrão, es decir, el grupo de partido de derecha y centroderecha que controla el Congreso nacional. Juntos, PSD y Centrão obtuvieron la mayoría de las alcaldías de Brasil.
Entre los grandes perdedores de estas elecciones municipales cabe destacar el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB,) que ya ocupó dos veces la presidencia del país y que, a pesar de tener un historial de hegemonía sobre la política paulista, no consiguió elegir a ningún concejal en Sao Paulo.
En el campo de Bolsonaro, parece claro que los candidatos con apoyo explícito del expresidente tuvieron buenos resultados y que ese apoyo les sumó, sobre todo en las ciudades grandes, con respecto a otras derechas o centro derechas. Es verdad que en ciudades como Río de Janeiro no fue así, pero la tendencia es clara: Bolsonaro suma, aunque no pueda ser presidente a corto plazo (por su inhabilitación judicial).
En materia de representatividad femenina, se debe destacar un avance respecto a 2020, cuando fueron elegidas 621 alcaldesas. Ahora hay 842 mujeres en la alcaldía. Sin embargo, es una proporción aún muy baja si consideramos el universo total de los 5.570 cargos.
Para concluir, en esta elección ha quedado en evidencia que el electorado brasileño está más inclinado hacia la derecha en el conjunto del país y que el Partido de los Trabajadores está perdiendo su conexión popular.
En los 2 años que quedan para la elección general veremos intensificarse los movimientos en el espectro del centro a la derecha para ampliar su base y poder, mientras en la izquierda la prioridad será tratar de reconectar con el sentimiento popular. Lo único claro es que por su dominio territorial, la derecha queda en una buena posición para el 2026.