La explosión ocurrió en uno de los baños del Internado Nacional Barros Arana (INBA) mientras los estudiantes se preparaban para salir a una manifestación en la vía pública. Era el miércoles 23 de octubre.
En las redes sociales se viralizaron imágenes de escolares corriendo en llamas, mientras algunos compañeros intentaban apagarlas sin éxito y ésta se volvían a encender. Un pasillo oscuro con fuego, parecía marcar la entrada a un infierno de llamas y gritos desesperados de compañeros, que llamaban a quienes estaban atrapados, y no habían podido escapar a la violenta explosión.
Ante la situación de decenas de estudiantes lesionados, sostienen fuentes del caso, algunos carabineros plantearon la posibilidad de hacer los traslados a recintos asistenciales en vehículos policiales. Sin embargo, algunos de los jóvenes se negaron a aquello y los uniformados solo pudieron despejar las calles aledañas para el mejor flujo de vehículos de emergencia, mientras las explosiones se sucedían y más de 30 alumnos resultaron heridos y cuatro con riesgo vital.
La tragedia había impedido su salida, ya famosas, en particular para atacar una unidad militar , que es un objetivo reiterado de las protestas.
Hace unos meses fueron lanzados por estudiantes del INBA más de 170 bombas molotov, lo que contradice la tesis de que no existe un acopio de material inflamable.
“El terreno que ocupan los militares es el antiguo patio azul del INBA. El centro de estudiantes sacó una declaración donde una de las demandas que incluyen con respecto a los militares es la devolución del terreno”.
El Laboratorio de Criminalística de la institución (Labocar) periciaba los líquidos inflamables levantados desde el sitio del suceso. Con ello se busca esclarecer por qué hubo tantas explosiones simultáneas, qué lo generó y cuáles son todos los elementos químicos que se estaban manipulando en una especie de “laboratorio” que tenían montados los estudiantes, algunos de los cuales estaban -según el registro de imágenes- con capucha, por lo que se presume que estaban ad-portas de concretar una de estas “salidas incendiarias” a calle Santo Domingo. Aunque el destino dijo otra cosa.
María Alejandra Benavides, rectora del INBA, señaló: “Nos hacemos cargo de lo que ocurrió, pero lo que vivimos es un hecho aislado. No existe un acopio masivo ni permanente de material incendiario”.
Pero no es lo que piensan los investigadores del caso, que señalan que al interior del baño habría existido una especie de fábrica de este tipo de elementos, con contenedores con gran cantidad de material acelerante lo que explicaría el tipo de daños materiales y la gran cantidad de heridos que hubo.
Conocedores de la investigación, que lo más habitual es la bencina, con el uso de otro elemento, como la mezcla con aceite para fijar la acción del fuego, hay antecedentes de hasta uso de aserrín con bencina.
La fiscal Macarena Cañas señaló que se indaga el actuar de adultos en el recinto. “Si es que los estudiantes ingresan este tipo de elementos en el día, si los esconden dentro del colegio, si los profesores saben, lo toleran o están amedrentados”. No se descarta que existan apoderados en el radar de la Fiscalía.
Una de las líneas investigativas que sigue la Fiscalía Centro Norte es la eventual participación de personas adultas y externas al colegio. ¿Quiénes proveen los materiales inflamables? ¿Cómo es posible que esos elementos como la bencina ingresen a ese recinto?