2025-02-04
La incómoda solidaridad

La incómoda solidaridad

¿Qué entendemos cuando hablamos de solidaridad? Sin duda, es un principio incómodo por varias razones:

Es incómodo porque es un principio naturalmente obligatorio, dado que nace del deber natural que tienen las personas por la evidente responsabilidad compartida en el devenir de las sociedades humanas.

Es incómoda porque emplaza a la supuesta generosidad, esa que se viste de gala altruista, para decirle, parafraseando a grandes autores “el que da al que le falta, solamente le está devolviendo lo que le corresponde por derecho”.

Es incómodo porque exige universalidad -no distingue de la responsabilidad que se tiene con el dolor humano en toda su extensión-, sin embargo, sólo se vuelve posible cuando se tienen ciertos límites para su aplicación práctica. Por tanto, requiere ser temperada mediante una delicada reflexión en torno a los grados de responsabilidad que se tiene respecto a cada realidad específica.

Es incómodo porque refiere a un sentido de la libertad que hoy está prácticamente extinto en la cultura contemporánea: que la libertad se desarrolla y perfecciona en el cumplimiento del deber y no en la satisfacción de cualquier impulso interno que tengan los individuos. Mientras hoy prima la visión que iguala la libertad a lo “voluntario”, es importante destacar, que la noción de obligatoriedad de la solidaridad no quita ni un ápice de profundidad y relevancia a la libertad, todo lo contrario, la conduce hacia su perfeccionamiento.

Sin duda que es un concepto que puede resultar amplio en su concepción y, en consecuencia, en su aplicación. Lo concreto es que la solidaridad determina, en primer lugar, la profunda interdependencia de los hombres. En virtud de esta radical interdependencia, no es posible que algunos estén realmente bien mientras haya otros que padecen graves males o carecen de lo mínimo indispensable. La solidaridad tiene relación con la dependencia que todos poseemos de las comunidades a las que pertenecemos: familiares, morales, culturales e históricas. En consecuencia, sin ella, la comunidad humana se diluye. Por lo mismo la solidaridad no es algo meramente privado, sino que exigible para el bienestar de la sociedad en su conjunto.

En efecto, la solidaridad se contrapone en primer lugar al contractualismo, puesto que desvía la noción de bien al puro consenso mutuo, asumiendo que la obligatoriedad de las responsabilidades provienen exclusivamente de mi grado de voluntad a asumirlas. En segundo lugar, el individualismo que ignora esta interdependencia, superpone al “yo” sobre cada decisión y reduce la relación con el otro como un instrumento funcional a intereses propios. En tercer lugar y de la misma manera, la solidaridad polemiza con las mega estructuras del colectivismo, dado que superpone los protocolos y procesos a la necesaria expresión de libertad, lo que termina por desnaturalizar la dignidad humana.

La solidaridad, en suma, busca relevar tanto la dignidad personal como la naturaleza social del hombre. Pero no en el sentido de que se sitúe como un punto medio entre estos dos conceptos, como si estos estuviesen en tensión. Más bien al contrario: lo que hace la solidaridad es mostrar que la dignidad personal y la sociabilidad humana son dos principios que se exigen mutuamente y deben permear hasta los planos institucionales.

En coherencia con lo anterior, Wilheim Röpke dijo que “cualquier sistema social o económico cuyo elemento de ordenación sea exclusivamente la libertad, sucumbe a manos de la disolución, primero y del despotismo, después”. Esto, a diferencia de lo que algunos podrían pensar, no implica negar el indudable valor de las libertades personales, lo que nos llevaría a un mero asistencialismo paternalista por una parte, o al socialismo por el otro-. La propuesta de todos quienes suscribimos esta forma de concebir la solidaridad es una que, justamente porque reconoce el valor de las libertades personales, procura hacerlas efectivamente posibles en la realidad para la comunidad en su conjunto.

La necesaria y natural libertad humana en su más amplia expresión solamente tiene sentido y sustento si es que se enraiza en la solidaridad que vivifica los necesarios lazos de nuestra comunidad.

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