es CEO de La Contadora.cl, experta en finanzas personales y economía doméstica
Somos muchos los que en varias ocasiones hemos estado en ese momento incómodo en que se nos pide una propina y no sabemos si corresponde o el monto que corresponde. Y una vez más, este tema se ha puesto sobre la mesa: ¿cuándo debería dar? ¿cuánto? ¿cómo me afecta como cliente?
La ley actual puntualiza que en aquellos establecimientos donde se atienda a público con garzones (restaurantes, pubs, cafeterías, y otros similares) el empleador debe sugerir en la cuenta un 10% del monto de lo consumido para entregar como propina. Sin embargo, el cliente puede manifestar lo contrario. Si bien la misma normativa señala que la propina puede hacerse extensiva a otros comercios, en dichos casos, el empleador no debe proponer dicha retribución monetaria.
Es por eso que hace algunas semanas el Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) ofició a algunas aplicaciones de delivery, tras una serie de reclamos de usuarios, quienes indicaron que dichas apps predeterminan montos con propina y que además no estaba clara la fórmula en que se calcula, ya que en algunos casos se entendía que era más del 10%. Por esto, esta práctica podría constituir una infracción, porque además se cobra un valor mayor al informado.
Como consumidores, todos sabemos que la práctica de dar propina se ha transformado socialmente casi en una obligación, pues no queremos parecer injustos cuando se nos “hace notar” que debemos entregar este beneficio. Y este hábito tiene varias consecuencias. En primer lugar, afecta las propias finanzas personales, pues cuando compramos algo, tenemos un presupuesto en la cabeza (o al menos, deberíamos, para cuidar nuestro dinero). Entonces, esto se transforma muchas veces en tener que aumentarlo en el momento, generando una sensación de insatisfacción. Tenemos que pensar que salir a comer, por ejemplo, se nos suma también el transporte, el estacionamiento, etc. Y en cuanto a otros servicios, sólo por nombrar algo, cuando vamos a la peluquería, realmente es algo que no tenemos en mente.
Por otra parte, no nos afecta sólo económicamente, sino que también impacta en la experiencia que tenemos como clientes. Es diferente ir a un restaurante en el que fuimos bien atendidos y queremos retribuir al garzón con el 10%, a que nos veamos presionados a hacerlo si estimamos que no corresponde, o que se nos pida en establecimientos que no están amparados explícitamente bajo la ley. Y eso puede incluso socavar al mismo negocio, pues una mala experiencia nos llevará a elegir otro lugar la próxima vez.
Con todo esto, no estoy diciendo que no debamos dar propina. Sólo busco recordar que es voluntaria, y que la normativa establece ciertos comercios en los que los empleadores pueden sugerirla. Por lo tanto, no hay que sentirse culpable si creemos que no corresponde. Por otra parte, si pensamos que es justo darla, es bueno tenerla presente cuando calculemos la cantidad de dinero que podemos desembolsar.
Por último, quisiera hacer mención a la nueva propuesta de ley al respecto. Ésta dejaría vigente la propina voluntaria para garzones y meseros que sirven a la mesa, pero también establecería que los empleadores controlen a sus trabajadores y supervisen si están solicitándola cuando no corresponde, lo que me parece interesante, pues es un recordatorio de que es optativa y que además no aplica a todos los comercios o servicios.