Los medios mundiales difundieron con espanto escenas de ataques de hinchas musulmanes de fútbol a judíos en las calles de la siempre apacible Ámsterdam, capital los Países Bajos donde la discriminación religiosa es infrecuente desde el Holocausto. Pero al parecer, llegó de nuevo.
UNO: Mis muchos estudios y lecturas sobre el pasado dictan que el cristianismo, una modificación de la religión judía difundida por los exiliados seguidores de un movimiento – seguramente renovador – liderado por un israelita llamado hoy Jesús, nació con un posiblemente subyacente pero lógico odio hacia las autoridades del clero hebreo de la época que aplaudieron a Roma por la ejecución del rebelde (y, seguramente, de varios de sus seguidores). Si esa teoría es real – y todo lo hace parecer así – entonces ese sentimiento, que puede llamarse el origen del antisemitismo histórico, nace junto al cristianismo y, por contradictorio que parezca, habrá sido creado por los propios judíos: los perseguidos y expulsados. El hoy llamado “Occidente” que comprende a Europa, América, parte de Asia, África y Oceanía, se construyó bajo el cristianismo, principalmente por su ala católica. Un cristianismo que, por el razonamiento expuesto, ya llevaba en su ADN el antisemitismo.
DOS: Por otro lado, la creación del estado de Israel fue, desde su origen, una piedra en el ojo del mundo islámico, paradójicamente también derivado del monoteísmo judío. La guerra actual que el país hebreo lleva contra Hamás y Hezbollá, y que afecta profundamente a los palestinos de Ghaza y Cisjordania y ahora también a Líbano, exacerbó el viejo resentimiento, azuzado por Irán, un estado ultra-religioso que precisamente – y sin duda – organizó el cruento ataque que gatilló el conflicto. El islam extremo fue exportado en las últimas décadas al referido Occidente junto a las inmensas emigraciones musulmanas a Europa. Uno de los más “afectados” por esa ola son los Países Bajos, donde la influencia religiosa está seriamente afectando no solo la educación escolar sino muchos aspectos de la vida cotidiana.
Estas dos fuentes del antisemitismo que, para qué negarlo, también está presente en Chile, con la mayor población de origen palestino fuera de Palestina – se exacerban con puntual regularidad desde hace dos milenios y se activaron hoy por el conflicto latente. En este corto escrito estoy tratando de explicar lo inexplicable: en dos partes culturales del mundo se culpa a los judíos de todos los males que lo afectan.
La cantidad de ellos – practicantes o no – hoy no sobrepasa los 18 millones en el globo: su poder político, religioso o económico es totalmente insignificante. Pero la aparición de personajes de origen israelita en los avances científicos y culturales en Occidente llama la atención por su gran cantidad y enorme calidad. No es necesario que mencione ejemplos.
Quizás esa sea la razón del odio y que se vea difícil que nos dejen vivir en paz. A nosotros, que en la historia que abarca el calendario cristiano, nunca o solo algunas insignificantes veces hemos justificado la ira que provoca nuestra simple existencia.