El cáncer colorrectal se ha convertido en una de las principales preocupaciones de salud en Chile, con un alarmante incremento en su prevalencia durante las últimas décadas. Un estudio que abarcó desde 2009 hasta 2018 evidenció un aumento del 57% en los casos, pasando de 62,4 a 97,7 por cada 100.000 habitantes. Las proyecciones son inquietantes: para el año 2035, se estima que el cáncer colorrectal será el más frecuente en la población chilena, con más de 9.600 nuevos casos anuales, lo que representa un aumento del 79% en comparación con las cifras actuales.
Entre los principales factores de riesgo se encuentran el envejecimiento poblacional y los cambios en los estilos de vida, particularmente el aumento del sedentarismo y una dieta pobre en nutrientes esenciales. Frente a este desafío de salud pública, es fundamental fortalecer estrategias de prevención y detección temprana, promoviendo un enfoque basado en evidencia científica para reducir los casos y mejorar la calidad de vida de la población.
La alimentación cumple un papel crucial en la prevención del cáncer colorrectal. En este contexto, la dieta mediterránea ha sido ampliamente respaldada por estudios que destacan sus efectos protectores. Esta dieta se caracteriza por su alto contenido en fibra, antioxidantes y grasas saludables provenientes de alimentos como frutas y verduras frescas de estación, legumbres, frutos secos, pescados ricos en omega-3 y el aceite de oliva extra virgen. Estos componentes trabajan en conjunto para reducir la inflamación y el daño celular, factores claves en el desarrollo del cáncer colorrectal.
Es importante continuar con la investigación para comprender mejor los mecanismos moleculares subyacentes y establecer recomendaciones específicas en cuanto a las cantidades ideales de cada alimento. Sin embargo, adoptar un patrón de alimentación basado en la dieta mediterránea no solo ayuda a prevenir esta enfermedad, sino que también ofrece beneficios adicionales como la mejora de la salud cardiovascular, el control del peso y la reducción de la inflamación crónica.
Más allá de los alimentos que se consumen, también es relevante considerar las técnicas de preparación de los mismos. La evidencia científica respalda la cocina antiinflamatoria y la reducción de la glicación como enfoques clave en la prevención del cáncer colorrectal. La formación de productos finales de glicación avanzada (AGEs) en los alimentos ha sido vinculada con procesos inflamatorios que pueden contribuir al desarrollo del cáncer. Técnicas culinarias como la cocción al vapor, el hervido y el guisado a temperaturas moderadas son preferibles, ya que minimizan la formación de AGEs en comparación con la fritura o el asado directo a altas temperaturas.
Además, es crucial robustecer el consumo de alimentos naturales ricos en antioxidantes, fibra y grasas saludables, al mismo tiempo que se minimiza la ingesta de productos ultraprocesados y con alto contenido en azúcares refinados. Este enfoque no solo contribuye a la prevención del cáncer, sino que también mejora la salud metabólica y el bienestar general.
La implementación de estas estrategias debe ir acompañada de políticas públicas que fomenten la educación nutricional y el acceso a alimentos saludables. La promoción de una cultura alimentaria basada en la evidencia científica es una herramienta poderosa para enfrentar la creciente incidencia del cáncer colorrectal en Chile.
Finalmente, es vital que la comunidad médica, las instituciones académicas y los responsables de políticas de salud trabajen en conjunto para sensibilizar a la población sobre la importancia de una alimentación saludable y su impacto en la prevención de enfermedades. Comer con ciencia no solo es una estrategia eficaz contra el cáncer colorrectal, sino que representa un compromiso con el bienestar presente y futuro de nuestra sociedad.