La Política Energética de Chile 2050 define los principales ejes, lineamientos y metas a largo plazo para el sector energético de Chile de cara a esa fecha. Tiene tres propósitos generales relacionados con ser líder en la transición energética, mejorar la calidad de vida desde la energía y transformar los sectores productivos para forjar una industria nacional sustentable y robusta. Desde la generación energética, es decir este primer eslabón de la transición, la tarea está bastante avanzada. Chile cuenta con proyectos instalados y esperando tramitación en cuanto a energía fotovoltaica y eólica a lo largo de todo el país, con relevancia en la zona norte por gozar de condiciones climáticas privilegiadas y únicas.
Lo que ocurre con la matriz energética renovable actual es que es tanta y tan amplia que no alcanza a ser distribuida y, por lo tanto, consumida. Esto muestra la clara necesidad de mejorar la infraestructura y propiciar la implementación de más sistemas de almacenamientos que permitan gestionar mejor la energía y trasladarla a los centros de consumo. Esto se explica, por ejemplo, porque en que las horas donde más energía fotovoltaica se produce, no existe una demanda tan alta, por eso se necesitan sistemas de almacenamiento que propicien que esa energía pueda ser mejor distribuida. Entonces, esto se traduce en vertimiento energético, entendido como el fenómeno que surge por el exceso de oferta de energía en horas solares, especialmente en el norte y centro del país, que no logra ser asimilada.
Sobre esto, Freddy Flores-Bahamonde, director del Centro de Transformación Energética UNAB e investigador SERC Chile, explica que: “se avanzó muy bien en la implementación de sistemas de generación, pero avanzamos de forma muy lenta en lo que se relaciona con el transporte y distribución de la misma energía, entonces lo que pasa es que se está perdiendo energía dado que la transmisión se satura, llega a un momento en que no puede transportar más energía, no existe una mayor demanda, por lo tanto el sistema se ve obligado a pedirle a los operadores de energía renovable, en este caso fotovoltaica, a disminuir su producción”.
El boletín de Generadoras de Chile señala que, en agosto de 2023, el vertimiento de energías renovables se ubicó en 93,59 gigavatios-hora (GWh), con lo cual el acumulado de ese año es de 967,3 GWh. Esto significó un aumento de 90% respecto a agosto de 2022, donde la energía solar anotó un alza de 123,4% en el periodo, en tanto que la eólica lo hizo en 45,4%. Frente a esto, y para minimizar los riesgos de este vertimiento energético es que la salida más rentable es que Chile comience a exportar estos excedentes y así ser líder en esta materia.
“Hay que entender que en el norte de Chile existen unas condiciones únicas en el mundo, entonces Chile posee una capacidad y una posibilidad de ser exportadores de energía y de alguna forma permitirle a nuestro sistema de energía renovable optar a esta flexibilidad con respecto a lo que está pasando en la actualidad”, señala Freddy Flores-Bahamonde.
Quien, además añade que para evitar el vertimiento hay varias formas, entre ellas el uso de tecnología de almacenamiento, escenario que es viable a partir de la participación chilena en la cadena de extracción del litio que a su vez ha permitido la fabricación de baterías, mecanismo que permitiría generar una mayor distribución y contar con reservas de energía para evitar las pérdidas.
El académico UNAB dice que al primer trimestre del año se han perdido casi 1500 GWh de la energía fotovoltaica producida, lo que representa una merma de un 18% en lo que va del año. Agrega que esta situación se replica en la industria eólica, aunque en menor medida. Los principales riesgos asociados a este vertimiento radican en las inversiones y eso, por supuesto, pone en jaque la continuidad de los proyectos de energías renovables en territorio nacional.
“Desde el punto de vista de la inversión es un problema grande porque hay una inversión detrás y gran parte del negocio está en la cantidad de energía que tú inyectas, entonces los inversionistas también están atentos a la capacidad de retorno económico, por lo mismo eso impacta en las futuras inversiones”, comenta el director del Centro de Transformación Energética UNAB.
El foco actual está puesto en que esta energía resultante deje de ser un excedente y se utilice en dos casos concretos: en los hogares, para así impactar económicamente en las personas cuanto antes y también en el abastecimiento de otras industrias, como es el caso de los proyectos de hidrógeno verde (h2v) en el sur del país, por ejemplo.
“Chile es un laboratorio medio ambiental. Tenemos muchas posibilidades de crecimiento a partir de precisamente estas dificultades, pero es importante entender que no podemos seguir creciendo en generación si no tenemos una logística de transmisión adecuada”, concluye el académico UNAB, Freddy Flores-Bahamonde.