El inicio de un nuevo año académico marca el comienzo de un camino transformador para miles de jóvenes que ingresan a la educación superior. Este proceso, cargado de desafíos y oportunidades, es especialmente complejo para los más de 150.000 estudiantes de primera generación – first-gen -, quienes enfrentan incertidumbre, falta de redes de apoyo y dificultades para adaptarse a un entorno completamente distinto al de la educación escolar. Desde Fundación Portas, con 17 años de experiencia acompañando a estudiantes first-gen, sabemos que el éxito en la educación superior no depende únicamente de las calificaciones o la progresión académica. La capacidad de sobreponerse a la adversidad, gestionar emociones, construir relaciones positivas, tomar decisiones informadas y enfrentar desafíos con resiliencia es igual de crucial para evitar la deserción y lograr obtener el título.
En este contexto, la educación superior representa el primer gran paso para concretar un proyecto de vida basado en el esfuerzo y la superación personal. Sin embargo, para muchos jóvenes, la ansiedad sobre su capacidad para enfrentar este camino puede convertirse en un obstáculo. Por ello, destacamos elementos fundamentales que fortalecen la experiencia universitaria y aumentan las probabilidades de éxito: adaptabilidad y resiliencia, la capacidad de ajustarse a nuevas situaciones y superar dificultades sin rendirse es esencial. Para mejorar la experiencia universitaria, es clave aceptar que el proceso de adaptación toma tiempo, ajustar las estrategias de estudio según sea necesario y buscar apoyo cuando los desafíos se sientan abrumadores; toma de decisiones informada: las elecciones en la educación superior deben basarse en información y autoconocimiento. Antes de tomar decisiones importantes, como cambiar de carrera, postergar un ramo o buscar un trabajo, es fundamental evaluar las opciones disponibles, consultar con docentes o tutores y considerar las consecuencias a corto y largo plazo; construcción de redes de apoyo: rodearse de personas que brinden apoyo tanto en lo académico como en lo personal es clave para la permanencia en la educación superior. Participar en grupos de estudio, generar lazos con profesores y encontrar un mentor o referente puede marcar la diferencia en la trayectoria estudiantil. Pedir ayuda no es una señal de debilidad, sino una estrategia inteligente para avanzar. Finalmente, el desarrollo del potencial personal en la educación superior es una etapa ideal para explorar talentos, descubrir nuevas pasiones y salir de la zona de confort. Aprovechar oportunidades de aprendizaje, inscribirse en actividades extracurriculares, realizar voluntariados o buscar pasantías enriquece la experiencia y abre nuevas puertas para el futuro.
En Chile, la deserción en la educación superior sigue siendo alarmante: el 29% de los estudiantes abandona en el primer año, y un 18% jamás regresa al sistema con consecuencias nefastas para quienes no logran mantenerse. Debemos preguntarnos si el éxito académico es el único camino para permanecer en la educación superior y posicionar a las habilidades socioemocionales en las trayectorias formativas de miles de estudiantes.
La educación no es solo un proceso de adquisición de conocimientos, sino también de desarrollo personal y social. Las trayectorias formativas y las habilidades socioemocionales son dos pilares fundamentales para construir un futuro exitoso que armonice con los objetivos de vida del estudiante y sirva como herramienta clave para insertarse en el exigente mundo laboral. Visibilizar estas iniciativas y acciones no es solo responsabilidad del estudiante, es un desafío que involucra a instituciones educativas, políticas públicas y a la sociedad en su conjunto.
