Hace pocos años atrás, el excandidato presidencial Ernesto Talvi, sostenía su relato en la idea de transformar a Uruguay en un “pequeño país modelo”, enfatizando en la comparación del potencial económico y en parte demográfico con Nueva Zelanda, siendo esa una propuesta concreta para alcanzar el desarrollo. Es posible que así sea, pero Uruguay puede sentirse orgulloso por tener otros atributos, especialmente los socioculturales, que lo transforman en un modelo de convivencia cívica y de institucionalidad.
Así sucedió este domingo en el balotaje presidencial en el que se impuso Yamandú Orsi, el candidato del Frente Amplio, dónde la ciudadanía se expresó en paz y libertad, acompañada con acertados discursos post resultados tanto del presidente electo como de su adversario Alvaro Delgado, el candidato de la coalición “multicolor” concebida por el actual presidente Luis Lacalle Pou
El Frente Amplio vuelve al poder (Había estado en tres períodos consecutivos hasta el triunfo de Lacalle Pou en 2019), lo que demuestra una vez más que el concepto de reversión democrática es absolutamente válido en estos tiempos.
Si bien no existen los extremos de carácter confrontacional como en gran parte de la región, el poder va oscilando de un lado al otro en un centro moderado con matices que lo hacen un poco más socialdemócrata o demócrata liberal según sea el caso y la voluntad popular.
La matriz cultural del Uruguay es esencialmente progresista, con un Estado presente y con una sociedad que desde principios del siglo XX adoptó posturas sociales avanzadas respecto al resto de los países latinoamericanos, pero ese Estado presente convive con una política económica de libre mercado que lo hace tan lógico como particular.
“Somos un país socialista con libre mercado” planteaba Luis Lacalle Pou cuándo le preguntaban acerca de la ideología, la que si bien existe le deja paso al pragmatismo.
El análisis de la victoria del Frente Amplio se sostiene en la estabilidad partidaria, que tiene escasa volatilidad debido a la historia de los partidos políticos, y a los vaivenes de una clase media independiente que otorga el voto según sus expectativas inmediatas.
Es importante destacar que la coalición compitió sin su jugador “estrella” por no haber reelección, en tanto que el Frente diseñó una fórmula más aglutinante. La imagen positiva de Lacalle Pou, que se mantiene en un alto nivel hasta hoy, no alcanzó para que pueda traspasarse al candidato de la coalición, el que también había formado parte de su gobierno y de su círculo de confianza.
El presidente electo, Yamandú Orsi, es un ahijado político de José Mujica. Hijo de un almacenero y graduado en la Universidad de la República, se inició desde muy joven en la política enrolándose al Frente Amplio en la agrupación liderada por Mujica. En su carrera política llegó a consagrarse intendente de Canelones, un distrito de alta densidad poblacional al lado de Montevideo.
Orsi es un socialdemócrata moderado, pero hay que considerar que no todas las agrupaciones del Frente Amplio son tan moderadas, ya que en sus filas está el partido comunista y la activa central de trabajadores (el PIT CNT), que representan un espacio combativo que le exigirá a Orsi llegar a acuerdos para asegurar la convivencia política dentro del partido.
Orsi tampoco cuenta con mayorías parlamentarias, por lo que deberá acordar con los partidos de la coalición (ahora la nueva oposición), en un debate político siempre respetuoso, pero no menos intenso.
¿Cuáles son los desafíos del Uruguay y del nuevo gobierno? No son pocos.
La economía con un crecimiento menor a lo esperado requiere de inversiones y para eso trabajar la base tributaria y la estabilidad cambiaria, considerando que es esencialmente un país exportador. Internamente, los precios han transformado al Uruguay en uno de los países más caros de la región, y eso ha resentido el bolsillo del ciudadano común.
La pobreza infantil es preocupante, considerando que es un país “de viejos” como decía Mujica y que requiere de una generación renovada en términos de educación, salud y vivienda. El foco esencial del gobierno de Frente Amplio se supone estará en este tema.
Por otra parte, y lo que no es nada novedoso a nivel regional, la seguridad interna es algo que aún es una asignatura pendiente.
Se viene un nuevo tiempo, en el que se podrá construir la evolución de la sociedad a partir de la base que deja Lacalle Pou en términos de democracia, de libertad y de una postura clara en la política internacional.
Un párrafo aparte para el efecto en la región. Si bien el Uruguay es un pequeño país, lo que allí sucede es una caja de resonancia política para el resto de los países. Varios líderes de la izquierda bolivariana (Evo Morales, Cristina Kirschner, por ejemplo), intentan “colgarse” del triunfo del Frente. Hasta Maduro pidió una relación más amigable, algo que no pudo lograr con Lacalle Pou.
Estimo que ya no será así. Siempre el Uruguay mantuvo sus diferencias internas muy controladas, y su postura frente a situaciones complejas (como lo fue la pandemia) o frente a la presencia a nivel internacional, ha sido de unidad.
Volvió el Frente Amplio. ¿Retornará la coalición con Lacalle Pou en 2029? Es probable. Mientras tanto, disfruten uruguayos de su democracia.