Este domingo, 11 regiones de Chile enfrentarán la segunda vuelta para elegir a sus gobernadores regionales. Más allá de los nombres en competencia, estas elecciones marcan un nuevo paso en el proceso de descentralización, una tarea aún pendiente para el país. En la Región de Valparaíso, el resultado marcará las prioridades y estrategias para liderar un territorio lleno de contrastes y posibilidades.
En este segundo periodo de gobernadores electos, el desafío es mayúsculo. Primero, será fundamental demostrar que las regiones pueden administrar sus recursos de manera eficiente, priorizando proyectos relevantes con probidad, responsabilidad y transparencia. Segundo, los gobernadores deberán solicitar competencias adicionales al gobierno central, lo cual es permitido por la ley en áreas específicas. No obstante, este avance no es automático: requiere evidenciar una gestión efectiva y resultados concretos para justificar el acceso a nuevas herramientas y responsabilidades.
En Valparaíso, estos desafíos adoptan matices únicos. El próximo gobernador contará con un respaldo aún mayor, tras reinstaurarse el voto obligatorio. Sin embargo, esta legitimidad debe traducirse en acciones estratégicas que aborden tanto los retos nacionales como las necesidades específicas de la región. Valparaíso no solo comparte los problemas comunes de la descentralización, sino que también enfrenta obstáculos históricos que exigen soluciones a la medida.
Uno de los ejes fundamentales es la infraestructura. No se trata solo de construir, sino de preparar la región para desafíos estructurales de largo plazo. Aunque el gobernador no tiene competencias directas en proyectos cruciales como la expansión de los puertos, el tren a Santiago o la modernización del transporte público, su liderazgo político será clave para posicionar estas demandas ante el gobierno central. Sin una gestión estratégica decidida, estas iniciativas corren el riesgo de seguir siendo promesas incumplidas.
Además de las grandes obras, persisten desafíos locales urgentes, como los problemas ambientales de Quintero y Puchuncaví. Estas comunidades, históricamente postergadas, necesitan soluciones inmediatas y no ser sólo un espacio de campaña. Resulta particularmente preocupante que el actual gobernador, quien ahora busca la reelección, haya levantado esta problemática como una de sus principales banderas de lucha, pero no haya concretado avances significativos en su gestión. Aunque el gobernador no tenga (ni haya tenido) total incidencia en esta área, es su deber liderar esfuerzos de coordinación y promover iniciativas que mejoren la calidad de vida, atrayendo inversiones y restaurando la confianza en estas comunidades marginadas.
La gestión del futuro gobernador no puede ser pasiva. La descentralización es más que una tarea administrativa; es un cambio cultural que demanda liderazgo y visión. Valparaíso, con su riqueza histórica y su enorme potencial, tiene la oportunidad de ser un ejemplo de transformación, convirtiendo desafíos en oportunidades reales.
El lunes, tras los festejos, comenzará la verdadera prueba: traducir la legitimidad del voto en un liderazgo efectivo. El gobernador deberá priorizar proyectos estratégicos, construir alianzas con actores locales y nacionales, y demostrar que Valparaíso está listo para liderar el camino hacia una descentralización efectiva. Gobernar Valparaíso no será sencillo, pero aquellos que aceptan grandes retos son quienes logran cambios duraderos.