El apodo de “El hombre más malo del planeta” quedó enterrado apenas Mike Tyson pisó México en la visita que realizó en octubre de 1988 para acompañar a Julio César Chávez para el bautizo de su primer hijo, Julio Jr., en la ciudad de Culiacán.
Fue la versión más noble de Tyson, que recordó la pobreza en la que creció en de Nueva York, apenas se cruzó con un pequeño que le pidió limosna al visitar “las pirámides”. El tipo duro se vio reflejado en el niño, lo que dio pauta para una de las historias que más lo enaltecieron en sus 58 años de vida.
Tyson quería conocer la tierra donde creció JC Chávez
Convertido entonces ya en una superestrella del boxeo y erigido en campeón del CMB, AMB y FIB, además de The Ring, Mike tenía la curiosidad de conocer el lugar en el que creció Chávez, idea que encaminó una sorprendente visita que sacudió al país y que a nivel personal se le quedó muy grabada, al grado de describirla en su libro Toda la verdad.
“En octubre de 1988, Don (King) me llevó a Venezuela para asistir a la convención de la WBA. Luego fuimos a México para el bautismo del hijo de Julio Chávez. Aquel viaje me supuso toda una revelación“, describió como preámbulo a la parte que más lo dejó marcado, una en la que se impactó por las carencias que afectaba a múltiple gente en el país.
“Un día fuimos de excursión a las pirámides y se me acercó un niño pidiendo limosna. Los guías que me acompañaban me dijeron: ‘No, Mike, no le des dinero’. Pero ¿cómo no hacerlo? Unos pocos cientos de dólares no significaban nada para mí, pero eran todo un mundo para él. Así que le di el dinero y se mostró agradecidísimo. Yo pensaba: Gua, qué buen chaval, y, al tocarle el cabello, noté que estaba duro como una roca. Daba la sensación de no habérselo lavado en años”.
En Culiacán, Tyson repartió dólares
En su libro La verdadera historia, Julio César Chávez también se adentró en la visita de Tyson en la ciudad de Culiacán, y ahí señaló que el estadounidense repartía dólares a cuanto niño y joven se acercaba a saludarlo, muy particularmente la ocasión que fueron a ver un partido de beisbol.
Si bien el Iron Mike no se remontó al juego de pelota, sí señaló lo fácil que era para él repartir regalos, aunque hubo un caso que en particular le llamó la atención por la nobleza que demostró un pequeño al que ayudó.
“A continuación nos dirigimos a Culiacán, donde me encontré a más chicos mendigando. Le compré ropa a uno de ellos y, en un abrir y cerrar de ojos, trajo a tres amigos, a los que se sumaron veinte primos, todos ellos reclamándome ropa. Me gustó el gesto del chico, que no buscara sólo su provecho, sino que llamara a sus amigos y familiares. Cada vez que aparecían de nuevo, yo les compraba algo.
“Esos chavales nunca habían salido de Culiacán y yo los vestí y pasamos un rato juntos. Quien no se hubiera gastado dinero en ellos tenía garantizado el billete al infierno. Cuando llegó la hora de marcharme, estaba rodeado de cincuenta niños bien vestidos. Antes de visitar México, llevaba una pesada carga sobre los hombros. Jamás había conocido a nadie más pobre que yo. No podía imaginarme a nadie siendo más pobre de lo que yo había sido. La pobreza que vi ahí me dejó sin palabras. De hecho, aquella gente me dio rabia porque, al ser más pobre que yo, me impedía seguir sintiendo lástima de mí mismo”.
Tyson señaló que la vergüenza que llegó a sentir por ser pobre fue la que “más daño le causó en la vida”, ya que pensó que muchos de los problemas que tenía eran por culpa de ello. Por eso no se perdonaría no haber ayudado a esos niños mexicanos.